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En Defensa de la Intuición

Todos hemos tenido, en nuestras experiencias, momentos en el que algún gran secreto se nos revelaba, veíamos por un momento detrás del telón de la realidad y nos acercábamos a algo inefable. No es necesario describirlo con el término de místico, pero sí tiene un deje de trascendental. Pudo haber ocurrido al observar un cuadro en particular, al tener una conversación, al no estar pensando en nada o, al contrario, al estar pensando detenidamente en algo. Es en ese momento, en el que surgen las epifanías y las grandes certezas: cuando descubrimos la intuición.



Estoy convencido que, más allá de la distorsión que se le ha hecho al compararla con las ocurrencias del momento, todos hemos intuido en nuestras vidas; es más, seré más atrevido que eso y diré que es la base de nuestras vidas, a un punto tal que no acostumbramos darnos cuenta. ¿A qué me refiero cuando hablo de la intuición? Lo comparo con lo analítico, y esto tiene una gran cantidad de ironía, ya que al estar hablando de esto lo estaré haciendo a través del lenguaje y la analogía, que considero analíticas, para intentar estimular el espíritu y que surja el entendimiento súbito de la intuición misma. ¿A qué carajos me refiero al hablar de lo analítico y lo intuitivo? Lo analítico es pariente de la analogía porque surge del contraste entre dos (o más) objetos. Henri Bergson, el filósofo del cual tomo estos conceptos y al cual busco hacerle tributo compartiendo sus ideas, hacía la comparación de una fotografía de París con el estar en París. Y es que, representar una cosa la separa de lo que es, y hay algo en la cosa misma que no es reducible a sus dimensiones o representaciones. Ya sea que se pueda representar la dimensión visual desde una perspectiva dada siempre habrá otra perspectiva, otro ángulo, otras dimensiones con las cuales cotejarla. Si veo algo de frente, siempre puedo verlo por detrás, y entre ellas siempre hay una infinidad de posiciones. Además, no sólo se reducen los objetos a una dimensión como la visual, sino la realidad posee también una gran cantidad de dimensiones y submodalidades, como pueden ser la dimensión auditiva, del peso, del tamaño, de la sensación táctil, de la temperatura, de los compuestos atómicos y sub-atómicos, sólo para nombrar unos. Incluso la mezcla de esas dimensiones no es en sí la cosa. El análisis busca separar el objeto que se estudia y desmenuzarlo en sus partes, para intentar darle sentido desde la perspectiva con la cual se ven y es por eso que el análisis nunca esta, en sí, completo, ya que no hay fin a las partes y sus relaciones. En cambio, la intuición sirve como un puente hacia el objeto directo, sin desmenuzarlo en partes o incluso sin partir desde el punto de vista de fuera, sino desde adentro. Así se logra siempre una completitud incluso dentro de una parcialidad.


¿Por qué es importante saber la diferencia? Porque en nuestra cultura se ha privilegiado el pensamiento analítico hasta la casi exclusión del intuitivo, cuando es este el que contiene la llave para entender el analítico. Sin el conocimiento, aunque incompleto, de la certeza de un concepto, cualquier perspectiva analítica sería inútil ya que no se sabría la relación de las perspectivas analíticas en relación con lo que se busca. Se tendría una infinidad de datos con similitudes, pero no habría conocimiento de cómo comenzar el análisis para decir que el infinito de similitudes son relevantes a lo que se busca.



Es la noción intuitiva de las cosas lo que nos permite conocer aspectos de esas cosas, saber que son aspectos de esa cosa, y cómo se relacionan entre sí. Digamos que queremos saber más sobre la “justicia”. El pensamiento analítico tomaría definiciones de múltiples diccionarios y buscaría cotejarlas hasta hacer una síntesis de ellas. O tal vez buscaría observar instancias en donde se observan actos de justicia e injusticia, y crearía una meta-definición con esas observaciones. Pero ambas opciones parten de una noción pre-existente, que, aunque no refinada por el análisis, sirve como punto de partida.



Bien podría alguien usar el término “justicia” para referirse a algo no relacionado, como el nombre de su mascota, pero sabríamos que no es eso el concepto de “justicia”. Incluso aunque lleguemos a manejar definiciones inexactas o incorrectas, tenemos anteriormente el concepto de justicia que no parte de lo exterior o lo analítico. Lo que permite discernir entre diferentes percepciones y diferentes análisis es el conocimiento previo, aunque imparcial, de la idea misma. Cuando intento profundizar en la justicia, parto necesariamente de un conocimiento, no importa qué tan pequeño, de lo que es la justicia. Cualquier persona medianamente intuitiva se sentirá ofendida cuando se pretende llamar justicia al acto del fuerte abusando del débil. Sabrá que a los sapos se les está llamando príncipes. Muchos sabios, en silenciosa meditación, han aprendido que lo que buscaban ya lo tenían, sólo era cuestión de remover las capas de falsos análisis encima del concepto mismo.



Adentrándose en la realidad misma a través de una concentración pura e intensa, llegan a conocer la realidad de una forma directa, que trasciende cualquier análisis.

Si de algo sirve mi experiencia individual, diré que me ocurrió con tres conceptos: el Orden, la Consciencia y el Tiempo. Me gustaría compartir mi pequeño y parcial entendimiento de ello a partir de la intuición y la meditación: El uso de la lógica misma, herramienta principal del análisis, depende del uso previo de la intuición. Cualquier concepción de un orden que buscar entender un caos está contenido dentro del Orden en sí que hace posible cualquier entendimiento. Un verdadero caos, una verdadera antítesis al orden, no sería ni siquiera entendible; de forma analítica sería imposible siquiera hablar de ello. La comprensión del caos siempre ocurre dentro de una comprensión inteligible (aunque no necesariamente inteligente), del Orden. De esa forma sé que cualquier análisis sobre el caos es necesariamente imparcial e incorrecto, y esto, aunque entendible de forma analítica, no se obtiene a través de ello.



Este es un punto difícil de explicar ya que podrá sonar a un dogmatismo radical al no estar abierto a discusión o antítesis, ya que no se origina en un análisis, y eso, por frustrante que le parezca al pensamiento lógico, no es un error. Mi conocimiento directo del Orden, en sí mismo, puede dar pie a diferentes análisis que sí pueden ser objetos de debate; sin embargo, el conocimiento central del Orden proviene de la intuición misma, que, aunque obtenida de forma individual tiene una solidez imposible para el análisis.


Para darle un poco más de forma a lo que me he estado refiriendo quiero apelar a aquella intuición que todos tenemos y es la intuición de nosotros mismos dentro del “tiempo”. El tiempo, como lo concebimos, no existe, porque lo que hay es el “Ahora”, una infinitud fuera del terreno de lo medible. ¿Cuánto tiempo mide el Ahora? El Ahora perdura y por lo tanto no puede ser medido más que de forma ilusoria y limitada. Los segundos, por ejemplo, son convenciones de un “tiempo” práctico que obedecen a un interés concreto y no a una universalidad abstracta. Así como la “medida” del Tiempo se piensa que es un segundo (históricamente obtenido por medio de la rotación de la Tierra), bien pudo haber sido cualquier otra medida de cualquier otro evento y, sin embargo, no es el Tiempo, no realmente, lo que se estaría midiendo. Lo único que se hace es poner límites y bordes a una sección dentro del Tiempo, percibida como tal, por intereses relativos y prácticos. Pero el Ahora, como tal, si tuviera bordes serían encontrados dentro del comienzo y fin de la realidad, sólo ahí se podrían crear medidas(secciones) fijas; mientras no, lo que tenemos son medidas relativas dentro de algo que perdura y se sigue “estirando” hacia el infinito.


De manera similar, hay ciertas escuelas de pensamiento que intentan buscar el secreto de nuestra Consciencia a través del análisis, especialmente de la neurociencia. Sin demeritar esa rama de la ciencia ni sus aprehensiones, sí quiero darle justicia a los conceptos y separar los datos de las inferencias que se hacen de ellos. Al César lo del César, y a la filosofía la filosofía. El que busque encontrar el secreto de su ser a través de sólo el análisis estará en un grave error, sería como intentar buscarse dentro de un auto-retrato. No importa la habilidad del artista, ni lo magistral de su paleta de colores, nunca podrá describir el pulso vital de sí mismo. Por más útil que el análisis de nosotros y nuestros cerebros pueda ser, siempre hay algo vital que elude a cualquier análisis. Más que buscar dar argumentos analíticos sobre porqué el análisis no puede describir nuestras capacidades de experimentar y ser, quiero invitar a que cada quién descubra dentro de su ser qué es lo que hay. Sería una especie de descubrimiento directo que repele violentamente los fantasmas de lo superfluo, en el que nos desnudamos ante nosotros mismos dentro de la realidad y sentimos una magia vital que nos llena y que busca expandirse y manifestarse a través del movimiento y la expresión creativa, el Ahora y el Espacio, flotando sobre la prisión de lo superfluo y lo analítico hasta adentrarse a lo inefable e infinito.


Arte por Louis Dyer

 

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