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V. SUEÑOS DE VAMPIROS (EN TIEMPOS DEL CORONA VIRUS)

Los vampiros siempre han llamado mi atención, desde que leí el Drácula de Bram Stoker a una tierna edad, y quedé hechizado para siempre con ese monstruo tan atractivo y maligno, sí, pero elegante y misterioso, y que refleja buena parte de la condición humana, nuestro mal disfrazado vampirismo psicológico y social. De hecho, Drácula fue escrita bajo la influencia del temor racista a los extranjeros, en el viejo Londres, aderezado por el terror a la cultura musulmana de medio oriente, temiendo contrataques por las viejas Cruzadas, atormentados por enemigos creados en el mundo y en su mente.



Tal es caso del genocida príncipe Vlad III “el Empalador” Tepes, antiguo heredero al trono de Valaquia, quién es considerado un héroe en la antigua Rumania, pues combatió las invasiones de los cruzados europeos, y cuya sed de sangre cristiana se volvió legendaria. Especialmente en el mundo occidental del siglo pasado, cuando Abraham “Bram” Stoker se inspiró en él para inventarle un pasado sacrílego a su famoso conde Drácula, a quien sólo traslado del sur al centro de Rumania, en la ya mítica región de Transilvania. Se trata de un territorio cercano a la cordillera de los Cárpatos, que no tiene nada de malvada en sí, excepto que, efectivamente, existe allá la leyenda popular de los sanguinarios Nosferatu, los habitantes de una noche eterna, que viven en ataúdes rellenos de su tierra natal, y cuando cae la oscuridad se precipitan, convertidos en gigantescos murciélagos, sobre antiguos y desoladores pueblos nevados, para robar niños y doncellas a quienes desangrar, bebiendo directamente de sus venas. Este mito de la Europa oriental le resultó a Stoker demasiado apasionante y en él se basó para inventar su invasión herética a Londres, sin imaginar el éxito de su libro, que con el paso de los años se convertiría en uno de los más jugosos, en la gran historia de las novela de terror.



Además, el pavor por la llegada del vampiro al Reino Unido, se fundamenta también en la temida migración de los judíos y la supuesta brujería demoníaca, inherente a su cultura y naturaleza ambiciosa. Pero en la realidad, además, se temía sobre todo que los extranjeros fueran portadores de viruses contagiosos, similares a la peste bubónica. De ahí que Drácula se transforma en ratas, además de murciélagos y lobos, todas ellas bestias nocturnas, portadores de enfermedades transmisibles, a través del intercambio de fluidos corporales.




Tanto así me he clavado con este asunto de los mentados chupasangres, que en cierta ocasión, cuando trabajaba en la editorial Patria, me propuse ante el editor en jefe como ilustrador para la que sería su próxima colección de clásicos juveniles, y elegí Drácula entre su lista sin pensarlo dos veces; la colección se canceló y yo renuncié, cuando Patria fue devorada por la editorial extranjera Larousse, pero yo hice más de cincuenta ilustraciones y viñetas para un Drácula que jamás vio la luz. Sin embargo, aún tengo la esperanza de publicarlas algún día. Las imágenes originales que acompañan este texto, son una pequeña muestra de aquel proyecto vampírico.



Este tópico me lleva a recordar también la magistral novela Soy Leyenda, de Richard Matheson, que ha sido llevada al cine al menos tres de veces, con resultados bastante menores, pero que no restan valor a esta cumbre del terror vampírico/post-apocalíptico. En ella, el protagonista, quizás el último hombre sobre la Tierra, un científico y alcohólico irredento, aferrado a sobrevivir, combate como puede a los vampiros que lo asedian todas las noches, intentando ingresar a su casa suburbana. A su vez, él sale de día a cazarlos mientras duermen, ocultos del Sol, además de buscar, en laboratorios de hospitales abandonados y universidades deshabitadas, los elementos y herramientas científicas necesarias para continuar con sus estudios, pues busca la cura para esta plaga de chupasangres, a los cuales pretende devolver a la normalidad, o al menos detener el contagio que los propaga y ha acabado con la mayoría de la humanidad. Y de paso aprovecha para proveerse de suficiente alcohol con que mantener su vicio. Cuando finalmente cae en las garras de sus miles de enemigos, ya es el último ser humano vivo, y por lo tanto, antes de perecer, proclama: ¡Soy Leyenda!, y así acaba la historia de nuestra especie sobre la faz del planeta, dando lugar a un futuro ajeno a nosotros, donde ya sólo somos un recuerdo, en el nuevo Reino de los Vampiros.



Por el estilo, existe una trilogía de novelas de Guillermo del Toro y Chuck Hogan, llamada The Strain, una vil hija putativa (como diría el maestro Hugo Argüelles), de Drácula y Soy Leyenda, la cual también fue llevada a los comics y la pantalla chica, con resultados un tanto apresurados, pero con la misma premisa: El mal encarnado en los vampiros, que se extiende como una plaga, despedazando el orden establecido, y lleva a las sociedades humanas al caos.



Esta analogía del vampirismo con la epidemia humana, lo mismo psíquica y colectiva que una amenaza físicamente real, si bien microscópica, emparenta a estas dos novelas, Soy leyenda y The Strain, con otra obra similar, pues todas describen un posible futuro fallido, que ya no nos parece tan descabellado e improbable como cuando fueron escritas, previendo nuestra decadencia como especie, a causa de contagios virulentos masivos. Se trata de 28 days Later (2002) del desnivelado Danny Boyle, autor de Trainspotting (I y II), o Slumdog millionare, de las cuales la primera permanece genial, paragón del cinema sobre drogas, mientras que ¿Quién quiere ser millonario? se ganó toda mi repulsa, a pesar de que le dio su mayor éxito en los estúpidos premios Óscar.



Pero en 28 días después, nos encontramos ante su justo medio, no es ni clásica ni francamente mala, sino que se sostiene como una película realista de ciencia ficción. No me parece tan lograda como Los Hijos del Hombre, del maese Cuarón, pero sin duda posee una atmósfera bien armada, y un guión que mantiene la atención del espectador. Está basada en una serie de comics, del mismo nombre. En ella, una vez más, una plaga arrasa con la grasa, y deja sólo un mínimo porcentaje de personajes humanos, enfrentándose a una especie de rabia que convierte a la mayoría en seres carnívoros y descerebrados, ofreciendo una modernización de otro viejo monstruo, los mentados zombies.



No me detendré en este tema, del cual hay un sinfín de churros, de terror y paródicos, pues la verdad no merecen mi atención: todo el asunto zombi me resulta aburrido, pues dudo que se pueda ser aún más idiota de lo que somos hoy en día, por la forma en que vivimos, entrenados para escuchar y obedecer a nuestros ridículos líderes, y a la tecnología lava cocos de la internet, las redes sociales y los dispositivos de inteligencia artificial, como celulares, tabletas y laptops, la red internacional de PCras; Todos nos hallamos prisioneros ahora, justamente, entre las netas de la interneta, como en el mundo de Tron, sin posibilidad de generar nuestras propias opiniones y pensamientos; Sin la esperanza de escapar de la estupidez imperante, que a mi parecer, ya nos hace peores que un muerto viviente, sediento de cerebros frescos, cosa más difícil de hallar por aquí que una doncella virgen en Acapulco, con todo respeto.



LAS ARTES ANTE EL FIN DEL MUNDO

Si me permiten, amables lectores, voy a continuar recordando algunas películas clásicas, memorables o predecibles, en el cine y la literatura, sobre este maldito tema, el mentado Virus de la Corona. No es que ignore obras como El Séptimo Sello de Bergman, o el Apocalipsis (The Stand) de Stephen King, o la genial Doce monos de Gilliam, que hace años nos advirtieron sobre la gravedad de un retorno de las plagas medievales, en nuestros posibles futuros cercanos, sino que, o ya las he abordado en otros artículos anteriores, o lo haré en próximas colaboraciones para el Laberinto de Milenio o esta, nuestra flamante Lokomotora.



Pero también debemos mencionar, desde luego, Contagio (2011), de Steven Soderbergh, en cuya trama se describe una situación muy similar a la pandemia que estamos padeciendo, desde un juego de múltiples puntos de vista, entre los personajes interpretados por un reparto estelar, que incluye a Gwyneth Paltrow, Kate Winslet, Laurence Fishburne, Matt Damon y Jude Law. También vienen a mi mente otros filmes, varios de ellos basados en novelas bastante proféticas, sobre la posible aparición de un virus como el que hoy ciñe la corona.



Para más sobre este tema, de las malnacidas epidemias, como si fuera poco lo que hemos vivido en estos meses, no podemos dejar de mencionar El amor en los tiempos de cólera, de Gabriel García Márquez, si bien esta novela, escrita con el realismo mágico que se convirtió en el estilo clásico del nobel, sólo ocupa la plaga del cólera como un marco para recrear el romance de sus padres (en 2007, se convirtió en una película también, donde actúa Javier Bardem, por cierto). Pero el Ensayo sobre la ceguera, del otro gran nobel latinoamericano, José Saramago, es una novela mucho más ominosa, en la cual el maestro plantea un mundo donde la ceguera se extiende como un epidemia inmisericorde, y esto le permite mostrarnos un atisbo, a través de la cerradura del futuro, para ver lo que sería de la empobrecida humanidad, puesta de rodillas frente a su soberbia y arrogancia, hasta hacer evidente lo peor nosotros mismos, o en lo que podemos convertirnos, en caso de circunstancias extremas; También fue llevada a la pantalla grande, y gracias a la presencia de Gael García, incluso se estrenó en el cine, en esos multicinemas aún cerrados hoy en día, debido a la contingencia del virus.



Y no puedo dejar de notar, que donde antes solían exhibir la cartelera de estrenos, de pronto apareció el ominoso mensaje: “El cine nos enseñó que siempre hay un final feliz. Te vamos a Extrañar. Cuídate”… ¿es el final?; No lo sabemos, pésima redacción. Pero con sus salas apagadas y vacías, los cines comienzan a quedarse en el olvido, como los teatros antes que ellos (incluso el día internacional del teatro, se tuvo que realizar a puertas cerradas, con transmisiones en vivo de obras tristemente canceladas por la contingencia); ¿Será que correrán la misma suerte que los cines clásicos de antaño?, ya demolidos, van directo al panteón de los viejos coliseos romanos, que ya sólo continúan acumulando polvo en la oscuridad.



Al igual que las pirámides y zonas arqueológicas que solían reunir a los mexicanos y extranjeros para recibir la primavera, y que hoy se encuentran cerradas al público, así como están prohibidas las fiestas y reuniones, para preservar la insana distancia nuestra de cada día… Y yo me pregunto: ¿A qué horas nos despeñamos en la Dimensión Desconocida, queridos hermanxs de la interrred?

En fin, cerramos ya esta caja de Pandora, por el momento, y acabemos con este rollo mareador, navegando sobre el mar de muertos, que en todo el mundo ya rayan el medio millón de infelices, y en México suman más de veintitrés mil, para el momento que escribo esto: 29 de julio de nuestro fatal 2020.

Pero basta de lamentos, ahora voy a recordarles todo lo que una mente capaz y una voluntad determinada pueden lograr, aún en tiempos de adversidad, como para ayudarlos a ponerse creativos, y hasta más prendidos que David Lynch en su trabajo desde el hogar, quién ha estado construyendo lámparas de madera en su taller, mientras estrena cortometrajes en la interred, además de dar las noticias del clima (que nadie le pidió), y gracias a eso sabemos que, al parecer, aun es un bello día en la soleada California. Todo eso hace a diario el septuagenario y polifacético cineasta, después de su meditación budista mañanera, y eso que no deja de apoyar esas tremendas protestas antirracistas, que recientemente incendiaron al imperio de los vecinos del norte.



Pero ya que, debido a nuestro bonito confinamiento, enloquecemos paulatinamente, para bien o para mal, de forma constructiva o destructiva, ya para acabar me gustaría recordarles el caso asombroso de Isaac Newton, quién, como nosotros, en sus tiempos padeció una pandemia: la última gran plaga de peste bubónica que asoló Europa, y culminó con el gran incendio de Londres, en 1666. Newton tuvo que abandonar sus estudios en la universidad, pero se recluyó con los suyos en la granja familiar, y allí continuó su trabajo, hasta lograr grandes avances científicos con la única compañía de su talento y concentración; entre 1665 y 1666, se retiró con su familia a la granja de sus padres, y allí, contra todos los pronósticos y adversidades, tuvo una racha de suerte y varios arranques de genialidad, logrando desarrollar las bases de la Mecánica Clásica, en una serie muy intensa de descubrimientos, entre ellos la Ley del inverso del cuadrado de la distancia, en la gravitación, sea lo que eso sea, así como también estableció la formalización del Método de Fluxiones y generalizó el Teorema del binomio, poniendo además de manifiesto la naturaleza física de los colores; Ahí nada más para que se den una idea, de lo que es capaz una mente creativa, en un momento de crisis. Sin embargo, Newton guardó silencio durante mucho tiempo sobre sus descubrimientos ante el temor a las críticas y el robo de sus ideas. Pero en 1667 reanudó sus estudios en Cambridge, y los contenidos de su mente privilegiada se volvieron parte fundamental de nuestra historia.



Así que pónganse imaginativos, amig@s de la interred y anexas., démonos la oportunidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, en esta pandemia que se antoja infinita, pero como quiera pasará, algún día, de una forma u otra, aun si es para dar cabida a algo tenebroso que ya se anuncia con bombo y platillo: “la nueva normalidad”, cualquiera que sea esa pesadilla… Pero no se dejen caer en la tentación de convertirse en animales, en demonios domésticos, y arruinar sus familias, o acabar con la civilización tal como la conocemos; De todo lo cual, ya hablaremos en otra ocasión. Permanezcan firmes, con la mirada en el centro y con los pies sobre el camino dorado, y quizás nos volveremos a encontrar, libres, más allá de la luz, al final del túnel.

Pero hasta entonces, pónganse muy truchas, camaradas, cúbranse la cara como esquimales, respiren hondo o de plano mejor no respiren, y por acá nos vemos, en la comodidad de sus hogares, si los tienen, todos atrapados en el brillo de nuestros monitores, se despide de ustedes, desde acá y hasta el más allá, su amigo imaginario/virtual; Lukas Kukulkán, alias el Tinieblas Jr., alias José Agustín Ramírez Bermúdez, ¡Salud!



 
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