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SALSA: (Cuento breve)

Por: Estela Calápiz



El salón de baile vibra y respira la sangre latina que se exacerba con la lejanía de la tierra y la libertad, para reconocer y aceptar los encuentros fortuitos. Tequila, ron cubano para disfrutar. Las razas se entremezclan al ritmo de salsa. La Gota Fría suena, tú bailas, te dejas llevar, sientes, palpitas. Es tu momento.


Arnaldo te habla por la espalda, te susurra, te invita, te seduce; bailan, se mecen con atrevida armonía: Cuba y México que se comunican con la dulzura cortés de un lenguaje común. Reconoces el impulso cercano de su juventud, que se alza entre tus piernas. No lo evitas, te dejas llevar sabiendo lo efímero de esos momentos: además allí nadie te conoce, entraste por un impulso, ibas camino a casa y la música te llamó.



Desde que te vio bajar por las escaleras, se prendó de ti. Te escogió y tú te dejaste escoger; porque querías saber que se siente ser extraña en un ambiente que no conoces, en donde nadie te conoce. Perderte entre la gente, perderte con el baile. Desconocerte, poner distancia entre tú misma, desobedecer las reglas, ignorar la cordura.



Quieres tomarte un tequila y lo sueltas sin decir nada para ir a la barra, él se adelanta, te coge por el brazo, te hace recordar que un latino paga cuando está con una mujer, aunque aquí sea “América” como dicen ellos “los gringos”, aunque los dos estén tan lejos de sus países, nuestras costumbres perduran. Tú te tomas el tequila de dos tragos, él se saborea un Ron. Te coge por la cintura y te lleva a la pista de baile en donde te vuelves más provocativa; entreabres las piernas, dando espacio para que se acomode cuando bailan de frente y cuando se mueve a tu espalda dejas que se repliegue a tus caderas, para que su cuerpo entero vibre de un lado a otro, al compás de las percusiones.

Fotografía por Isabel Muñoz

Él te dice que quiere ir al baño. En su ausencia te saca a bailar un dominicano quien baila con maestría, sabes su nacionalidad porque le preguntas, acoplas el paso a su ritmo más ágil, menos sexi. Realmente estas disfrutando el baile cuando llega Arnaldo, te toma por los hombros y le dice: esta es mi chica, tu pareja de ese momento te suelta, levanta las manos hacia arriba y le contesta -Está bien hermano, no te enojes.

El baile se vuelve más provocativo, más íntimo, ahora tú lo tomas por la cintura con las dos manos moviéndote en círculo, él sube sus manos delgadas, largas y morenas a tu cara, que atrae hacia la suya y te besa con un beso eterno, vibrante. Están detenidos en tu abrazo, en sus caras conectadas por las bocas que se entregan. Los demás dejan de existir.


Cuando se recobran él te pide que se vayan a su dormitorio, tú sonríes y lo vuelves a besar, te insiste: si no es hoy, que sea mañana. Te murmura al oído un número de bíper: 2 0 9 7 0 0 3… él insiste, quiere verte hoy, mañana, siempre; tú de sobra conoces la locura de esos años, la has vivido. Le haces creer en lo imposible; tu sabes que mientes, lo haces bien, lo has hecho otras veces. Sabes bien que nunca lo vas a llamar, porque regresaras a tu país y a tu marido. Volverás a la rutina cansada de tu casa.

La viva mezcla de fantasía y realidad, ese juego que ya conoces, lo has jugado muchas veces, en cualquier lugar puede suceder; hoy es Arizona, en este salón donde se reúnen los estudiantes de la universidad, otro día será Puerto Rico en una convención, ayer México. Un salón de clase o de baile, una cena formal, o la sala de juntas. La sensualidad te llega de maneras extrañas, pero nunca en una casa y menos si es la tuya.


Alegría, humo, negrura de cuerpos, negrura que te arroja al abismo de los sentidos desbocados. Arnaldo habla, se acerca, se insinúa. Entiendes su lenguaje, manejas la ironía, lo desconciertas, se creé el conquistador, se lo permites. Conoces a los hombres, te conoces demasiado; su sexo y tu sexo se aproximan en la cadencia del baile. Febril locura, te meces, se mece, se mecen; se ocultan en la multitud; se dicen cosas al oído. Esperas el momento preciso, es ahora cuando lo llama un amigo, camina unos pasos, te da la espalda como para oírlo mejor. Entonces buscas la puerta y te vas.


 
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