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Sade-Masoch en cuarentena: Cuento

En esta ocasión en Lokomotora, compartimos esta colaboración que recibimos por parte de Juan Machín ¡gracias por pensar en nuestro espacio!


Fotografías y texto por: Juan Machín


Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte…

No sabemos nada y estamos en el fondo de la noche. Pero al menos podemos ver lo que nos engaña, lo que nos impide conocer nuestro desamparo o, más exactamente, saber que el Gozo es lo mismo que el Dolor, lo mismo que la Muerte.

Georges Bataille


Juan Machín recibía, con cierta frecuencia, mensajes por Messenger o WhatsApp, solicitándole que hiciera un retrato (foto o dibujo) de la remitente. En el caso de dibujos, generalmente aceptaba, pero aclaraba a quien lo pedía que necesitaba enviarle una foto de buena calidad. Wanda envió uno de esos mensajes, pero, ante la respuesta usual, sintió que Juan se “estaba poniendo sus moños”, exigiéndole fotos profesionales para hacer su dibujo. Le pareció antipático y que se estaba cotizando demasiado. Pasaron algunos meses y varias amistades de Wanda la convencieron que insistiera con Juan.



Envió otro mensaje al “cotizado” artista, casi solamente por no dejar, pero en esta ocasión solicitándole una sesión de fotos. Juan contestó de inmediato proponiéndole una fecha. Wanda aceptó y acordaron la sesión. Juan le dio las recomendaciones habituales (no usar ropa interior para que no se marque en la piel, llevar accesorios con los que se identificara, etcétera).

El día acordado, Wanda llegó puntual a la cita. Juan la esperaba con toda la parafernalia acostumbrada: un tripié, tres cámaras, lámparas, difusores, pantallas, telas. Le ofreció a Wanda un café o té, ella dijo estar bien así. Machín le explicó su forma de trabajar, considerando las fotografías como un resultado de la co-creación de ambos, por lo que cualquier idea que tuviera Wanda era bienvenida, que se sintiera libre de moverse y adoptar las poses que gustara, que era importante que se sintiera cómoda.



Él le explicó alguno de los proyectos en que estaba trabajando: el primero era una serie de personificaciones de diversas Diosas, Brujas y Demonias; otro, para el Museo del coco, que estaba promoviendo el pintor Leonel Maciel en Guerrero; otros sobre varios temas eróticos: boudoir, sadomasoquismo, parejas, etcétera. A Wanda le interesó el tema del Museo, así que Juan la llevó al jardín donde tenía preparadas diversas pilas de cocos y palmas. Antes de que se lo pidiera, Wanda, completamente desinhibida, ya se había desnudado y se recostó al lado de una pila de cocos, a la sombra de una gran palmera. La sesión duró más de dos horas, Machín hizo centenas de tiros y ambos terminaron satisfechos. Al final, mientras se vestía, Wanda le comentó a Juan que le había caído mal, por haberle solicitado fotos profesionales en la respuesta a su primer mensaje.



Machín no recordaba el mensaje, pero le aseguró que debió ser una mala interpretación, pues nunca pedía fotos profesionales, sólo que tuvieran suficiente calidad para poderlas dibujar. Wanda insistió, ya más en broma, y no dejaba de decirle que se “cotizaba”, pero que ya lo había perdonado porque, además de ser gran fotógrafo, estaba muy sabroso. Juan se sonrojó y se rio a carcajadas.

Por la tarde, Juan ya había seleccionado y editado, y envió a Wanda un paquete de fotos. A Wanda le encantaron las fotos y, como Juan también quedó muy contento con los resultados, decidieron hacer otra sesión, con el tema de la Diosa Xtabay. A ésta, le siguió otra con tema boudoir.



Desde la primera sesión, ambos se sintieron en confianza, Wanda le dijo que contara con ella para lo que fuera, que no tenía inhibiciones de ningún tipo, por lo que Juan le propuso hacer una sesión de pareja, simulando diversas posiciones sexuales. Comenzaron con una foto donde Wanda, desde atrás de Juan, le bajaba los pantalones. Le siguió otra, donde Juan daba la espalda a la cámara y Wanda simulaba una felación. En otras, Juan tomaba los senos de Wanda por atrás o simulaban hacer el amor. Wanda reía viendo a Juan correr a tomar su lugar junto a ella, después de poner el temporizador y oprimir el disparador. También se burlaba de Juan porque sus manos temblaban al tomar sus senos o cadera, intentado hacerlo de la manera más neutral posible.



En la siguiente sesión, Juan tomó confianza y mientras tomaba alguna foto, comenzó a besar en la nuca, en la espalda, sobre el tatuaje de mariposa que tenía en un hombro. Dejaron de simular las escenas y comenzaron a tomar fotos de caricias, besos y penetraciones reales. Siguieron sesiones en el restaurante Pastis y la cantina La Estrella, lugares emblemáticos de Cuernavaca. Y, comenzaron una serie con escenas sadomasoquistas: primero, sesiones de bondage con Wanda; después, sesiones donde Juan asumió el rol de sumiso y Wanda de dominatrix. En éstas, descubrieron su verdadera esencia: Wanda, sádica, y Juan, masoquista.



A partir de esta revelación, cada quien asumió y disfrutó su rol, incluso cuando, ante la cuarentena por la pandemia del covid-19 y por el trabajo de Wanda, cada uno tuvieron que vivir en diferentes ciudades, estando en contacto sólo por medios electrónicos. A la distancia, Wanda ejercía su dominio sobre Juan, quien disfrutaba su sumisión absoluta a las órdenes que recibía por WhatsApp o Messenger. Wanda, como buena dominatrix, dejaba en visto a Juan, no contestaba sus mensajes. Juan sufría ante el silencio de su ama, y disfrutaba de ese sufrimiento. Obedecía inmediatamente las órdenes más despóticas y arbitrarias de Wanda y era feliz, aunque extrañaba las nalgadas y poder adorar en persona a su diosa.



Al acercarse el final de la cuarentena, Wanda le escribió a Juan que tenía una nueva pareja, por lo que ya no sería más su modelo ni amante. Juan le pidió, le imploró, le suplicó que al menos siguiera siendo su ama a distancia. Wanda le dijo terminante: “No, ya no”. Juan sintió un agudísimo dolor, se llevó las manos al pecho, alcanzó a darse cuenta que estaba sufriendo un infarto al miocardio, y murió en medio del más increíble y delicioso orgasmo masoquista que jamás había experimentado.


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