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La Maldita despedida de Sax, el ícono que suena fuerte

Por:Julio Manzanares Brecht



Sax de polluelo- Foto de Rock 101

El verdadero nombre de Sax (emblemático saxofonista de La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio) es Eulalio Cervantes y nació en el convulso año de 1968, en un estrato de limitantes económicas. Su conciencia de clase y su amor por la música lo forjaron, desde pequeño, como el ícono que todos reconocemos donde suena o aparece. Sax hizo de sí mismo una imagen (o un sonido) entrañable e inconfundible: soplándole con fuerza a dos saxofones intermitentes, vestido de negro, con sombrero, pelo largo y lacio, hizo sonar como nadie, para nuestro deleite, el sax que le dio su nombre artístico. Sus deudos lo reconocen como un virtuoso en la música y habrá que exaltarlo además como un luchador social, un crítico invariable del sistema. Sax, entre amigos y seguidores, fue también altruista.



A los 11 años ya tocaba el saxofón y el clarinete, y formaba parte de la orquesta de su secundaria en San Luis Potosí. Desde adolescente, llamó la atención su habilidad en la improvisación con instrumentos de viento. A los 13 destacó en una presentación infantil en el Palacio de Bellas Artes y lo invitaron a la TV. Esto le ayudó económicamente y le hizo posible estudiar. El Conservatorio Nacional de Música lo hizo músico de academia: estudió composición, canto, piano, clarinete, saxofón e historia musical (aunque igual lo vimos con trompeta, acordeón y guitarra).



En el caótico 1985 en la CDMX, un grupo de amigos músicos ensayaba en Tacubaya. Su altruismo rockero los condujo a organizar tocadas en favor de la gente afectada por los terremotos. En este contexto, surgió la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio (1986), donde Sax ejecuta los instrumentos de viento, Roco canta, Lobito le da a las percusiones y Pacho y Tiki a la guitarra; luego se adhirieron Aldo al bajo y Pato a la guitarra. Con su sonido inconfundible, la Maldita fue llegando a cada urbe mexicana, causando sensación e identificación con las temáticas que trataban, a modo de denuncia, pero con un estilo festivo que posteriormente evocó la era de los pachucos y a muchos cautivó.



Miembro fundador, Sax siguió y nutrió la línea crítica, satírica y de denuncia que, en esencia, es el fondo ideológico de Maldita; pero en su forma, con sus instrumentos de viento, gestó un estilo inigualable para la agrupación. Esta, logró fusionar géneros como el rock, ska, reggae y punk, pero además se nutrió de influencias tradicionales populares latinoamericanas y por supuesto, de la música mexicana. El danzón y el bolero por ejemplo, fueron telón de fondo en su producción, logrando reintroducirlos a los oídos de diversas generaciones que ahora disfrutan de dichos géneros, antes populares entre sus padres o abuelos.



En cuestión de contenidos, hay que destacar una discografía nutrida de letras que son toda una crónica en su forma y crítica, denuncia, sátira, evocación histórica, testimonio y cuestión existencial, en su fondo. En la práctica, lo anterior resulta antídoto de rebeldía, alegría y baile contra la injusticia y la desigualdad social (Roco solía pregonar: “La obra es trágica, pero mi personaje es festivo”). La Maldita Vecindad es una metáfora vibrante de esta gran ciudad y este complejo país, a veces atroz o fascinante, y todos nosotros, somos habitantes del quinto patio o nietos del dueño de la vecindad.



Emergida de los estratos urbanos más castigados, Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio, lleva en el nombre la patente de su origen. Su nombre destaca porque porta la peculiaridad de lo marginal e irreverente, que termina por ser reliquia de las masas, en las postrimerías siglo XX. Su imagen sobresale también por ello, por su recuperación mítica de un pasado popular señalado, pero esplendoroso y festivamente escandaloso.



La agrupación incorporó a su música conceptos de los años 50, de la cultura chicana, como el zoot suit y sampleos de Tin Tan, el Pachuco de oro, convirtiendo a éste en alter ego de sus miembros fundadores. De la Maldita gusta la música, pero también la imagen contracultural y retrospectiva que en cada escenario proyecta.

Las historias que canta la agrupación desde los 80, develan hechos de injusticia o describen a personajes discriminados, marginales o subversivos, pero siempre con una energía rítmica que es revancha ante lo indigno. El producto, pese a lo que lastima, es una canción alegre o carnavalesca. El primer álbum, Maldita Vecindad y los Hijos del quinto Patio (1989), es una crónica urbana que nos contiene a todos, directa o indirectamente. Este disco debut, vaticina la calidad en letra y música de una agrupación que llegó para marcar la historia de la música, en un contexto donde el “Rock en tu idioma” corría el telón para regalarnos excelentes novedades.



Al final de los 80 y principios de los 90, la banda acaparó con estruendo los oídos mexicanos, latinoamericanos y chicanos; la clase media y baja, la abrazó al son de un sabroso y buen danzón. Es curioso recordar que una cursi y falsa burguesía entonaba acaramelada el “Kumbala” Bar, pero se ruborizaba al escuchar “Pachuco”, “Solín” o “Un poco de Sangre”, pistas de El Circo (1991), considerado su trabajo más logrado, que además de ser un continúo enriquecido de la crónica urbana que fue el primer disco, hizo explícito el interés por la música tradicional.



Con este disco, indiscutible catapulta al éxito comercial, maldita se empeña en la recuperación de un pasado musical y cultural, aparentemente mítico y olvidado. "Pachuco" revienta los oídos de la doble moral y concilia a las generaciones por medio del ska, el danzón, el mambo, la rumba y el rock.



Y esta tendencia la sostendrá Maldita sin titubeos por tres décadas, con una discografía pequeña, pero ratificando sus nupcias con la cultura popular y la historia social, convirtiéndose por años en la carta fuerte de conciertos pequeños o masivos, circunscritos a la lucha por las causas sociales en turno, pero especialmente liderando a las muchas bandas que apoyaron el neozapatismo, durante la insurrección chiapaneca de los noventa.



Baile de máscaras (1996) por su parte, confirma las ganas de recuperar y renovar los sonidos del México popular, por medio de la experimentación y la indagación histórica. Y este último aspecto resulta culminante en la producción Mostros (1998), que en su pista “Cocodrilo”, con un lenguaje ya incomprensible en el siglo XXI, hace de "El Icuiricui y el Sacalacachimba" un lugar común entre jóvenes. Estos, igual bailan ska, admiraran a las rumberas, ven películas de Juan Orol o cantan “El Barzón” en una desafortunada versión que, por ser de Maldita, termina siendo un éxito.

Ey Sax, fuiste Pachuco.



Si El Circo consagró a la Maldita, fueron los solos de Sax los que consagraron diversas canciones y álbumes. No hay saxofón que suene a Maldita o que iguale al de Sax. Fueron diversas sus influencias, pero el jazzista estadounidense Roland Kirk (1936-1977), es quien lo marcó a profundidad. Kirk además de tocar el saxofón, la flauta y otros instrumentos, en sus presentaciones se muestra virtuoso al improvisar, por sus imitaciones y parodias, y por ejecutar varios instrumentos a la vez. Como Kirk, Sax suena único y prodigioso con dos saxofones. Y con esa imagen y ese sonido, Sax se nos vuelve icónico. Casi no existen bandas que se sostengan en un saxofonista más que en las guitarras, acaso recordamos a Morphine, cuyo líder, Mark Sandman, también es ya un mártir del rocanrol. Suponemos que Sax y ellos, junto con “Encías sangrantes” Murphy, están haciendo buena música de viento adonde quiera que se encuentren.



Sax trasciende también por su colaboración en diversos proyectos alternativos. Por nombrar algunos, participa con Caifanes, Enanitos Verdes, Tex Tex, Haragán y Cía., o Los Tigres del Norte. Y hay que mencionar que en los 90 incursionó en la producción musical y su primer trabajo fue el legendario disco No!, en que Tijuana No y Sax, hicieron de "Pobre de Ti" un éxito transgeneracional con aquellos emblemáticos saxofones.





En esos años vimos absortos que Sax usaba un embudo de metal, barato, para lograr tonos peculiares con su instrumento. Lo vimos asimismo apoyando los movimientos indígenas y condenando matanzas o represiones políticas al lado de sus compañeros de Maldita y otras bandas. En la segunda década del siglo XXI lo seguimos viendo marchando por causas sociales y deplorando injusticias, a lado de colectivos de lucha. Últimamente lo hallamos vestido de pachuco, bailando con rumberas y colaborando con infinidad de músicos.



Sin embargo, también lo vimos decaer en salud desde 2018 y nos entristecían sus problemas económicos a partir de su enfermedad. Fue entonces que amigos, alumnos y seguidores, intentaron retribuir a su legado, a su permanente sentido solidario y a su altruismo, ejercido siempre con saxofón en mano, y organizaron eventos para ayudarlo. No obstante Sax, con altibajos, murió el 14 de marzo, en un tiempo donde todos necesitamos oír su saxofón, nostálgico pero festivo.





La muerte de Sax, quizá pueda ceñirse al ideario y los alcances de las canciones de Maldita: la denuncia se hace canción y la canción pese al tema triste o indignante, se hace fiesta. Se ha dicho que Sax murió por negligencia, pero en medio de ello, su música y su legado, fungen como banda sonora de una vida consagrada a la creación musical y a la denuncia social. Sax, finalmente, yace en paz y se eleva incomparable, en la historia del rocanrol mexicano y de la música en sí, como un ícono que, dónde se halle, suena fuerte, justo y necesario.



 




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