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La gran Tetación: Relato erótico

Relato y collage por: Juan Manchín


Y de

nosotros

los

bienaventurados

poetas

será

el

Reino

de los

senos

Efraín Huerta


Desde adolescente, lo que siempre me ha atraído más del cuerpo de una mujer es, sin duda, su busto. Esa parte de la anatomía femenil compuesta por una suma desigual de glándulas, epidermis y músculos, que reposa sobre las costillas, y es llamada lo mismo mamas, senos, chichis, pechugas, tetas, ubres, bubis.




En serio, que me encantan los senos: grandes, completamente inabarcables, o tan pequeños que quepan perfectamente en las palmas de mis manos, redondos y aterciopelados como duraznos o picudos como agrestes volcanes cónicos, con una perfecta simetría clásica o con geometrías extravagantes.



Senos, senos, senos… me fascinan tanto que me adhiero totalmente al famoso título de la novela colombiana “Sin tetas no hay paraíso”. Podría afirmar sin rubor que para mí, inevitablemente, han sido la gran “Tetación”, aunque sólo he sucumbido ante las hermosas curvas pectorales en la intimidad, y nunca he caído en la incontinente imprudencia de mi amigo Eugenio, que no pudo evitar, en un concurrido restaurante una fría tarde de octubre, pellizcarle a una señora un pezón que, impúdico, se destacaba turgente bajo la lycra entallada de una blusa generosamente escotada.



Me encantan los pechos femeninos pero, debo confesarlo, a pesar de mis mejores esfuerzos nunca he podido entender a las mujeres. Por ejemplo, Cristy con sus preciosos y menudos senos de adolescente, quisiera tenerlos mayores; Cristina en cambio, preferiría no ser copa D, sino B. Nunca están conformes, no sólo con el tamaño, sino que no les gusta o bien el color o la forma de los pezones o las areolas. Siempre hay algo que quisieran cambiar.


Collage por Juan Machín

Hasta ahora no he conocido dos bustos iguales y me imagino que debe ser tan numerosa su variedad como damas existen en el mundo o, al menos, eso deja entrever el inmenso catálogo de senos que estoy revisando minucioso, cuando el cirujano se aproxima y me dice:

- Y bien, señor Machín, ¿ya eligió cómo quiere su implante de mamas?




 

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