II Ninfas y Sirenas |poesía
Por:Alma Guardado
Esto es el segundo capítulo del proyecto de libro: La niña que no tenía lugar o sobre cómo ser una isla, escrito por Alma Guardado. Para la primera parte clikea aquí. Publicaremos la tercera y útlima parte próximamente...
Madre aérea
Llena eres de gracia

Diosa de mayo,
mujer niña,
madre virgen.
Tienes las manos
llenas de pájaros enjaulados.
Entre tus trenzas de nube
se acuestan sueños azules
de navíos y aeroplanos.
Guardas en tu delantal,
envueltitos en papel metálico
quejidos de niños tristes,
sangre de mujeres rotas
y secretos amargos.
Tú en cambio
Sola, así como naciste,
llevas atado al hombro
un dirigible morado
Mujer etérea, invisible,
siembras granos de mazorca
y haces llover jazmines

sobre todo lo que tocas.
Tu barco hecho de peces
nació anclado a la arena,
en tus ojos de cielo
anidan las cometas.
Tenías un mirar de túnel,
de niña dulcísima
de lluvia, de mar y tormenta.
Qué habría sido de ti,
si te hubieran dejado libre,
niña huérfana de abrazos.
María Enriqueta sueña con ser fantasma
María Enriqueta sueña con ser fantasma,
aparece y desaparece
a la vista de todos

sin que nadie se entere.
Colecciona escondites,
camina de puntitas,
cose sonrisas y caras largas
detrás del dobladillo de su falda.
De noche sueña que vuela
y cuando amanece
friega los pisos,
hasta borrar sus huellas
con detergente.
No habla con nadie,
las voces ajenas
no apagan nunca
las conversaciones
que zumban
como moscas
en su cabeza.
Lee en voz alta,
canta, se cuenta historias
entre las ramas del ciruelo

o escondida detrás
de las sábanas blancas
que tiende su abuela en el techo.
María Enriqueta nunca da lata,
hace todo lo que le ordenan,
riega las plantas, alimenta a los pollos,
hace mandados y atiende a la bisabuela.
Así, nadie la nota, nadie la extraña,
nadie habla de ella.
Lo que no sabe es que sus pasos
llevan polvo de estrellas,
la gente la mira y nunca se da cuenta.
Terracota
Soy mujer de barro rojo
De tierra cocida
Endurecida al calor de las llamas azules
Soy mujer alfarera
Mujer que se hace a sí misma.

Soy murmullo de tierra blanda
Un crepitar de sueños en la hoguera
Soy un cielo de octubre
Una luna roja
Que canta a los lobos
Canciones de cuna
Soy camino de piedra
Soy las tejas de una casa hecha de adobe
La olla de barro sobre el fogón.
Soy remolino de hojas secas
Pintadas de otoño
Soy mujer tierra
Una buena mujer
Una buena mujer lava su ropa a mano,
cocina, va a las compras,
limpia, atiende a los niños,
da de comer a su marido,
le acerca la toalla al salir del baño,
recoge sus calzones del piso,
junta la basura que él tira,
sonríe a sus amigos cuando vienen a tomar a la casa,
va por las caguamas,

hace de cenar para él en la madrugada;
plancha su camisa,
encuentra sus calcetines al fondo de la cama,
busca sus cosas,
paga el agua y la luz,
la comida, los útiles escolares;
manda a hacer la ropa de los niños,
compra la ropa interior del marido,
cose bastillas, trabaja doble turno,
enseña a leer y escribir a sus hijos,
los adelanta en matemáticas,
compra libros de cuentos y ejercicios.
Organiza fiestas de cumpleaños,
compra una casa y la paga a plazos.

Una buena mujer se esconde,
desvía la mirada,
es amable, pero habla poco;
cuando lo hace la hieren,
cuando reclama le pegan,
cuando confía la juzgan.
Una buena mujer canta canciones de cuna
y amamanta a sus hijos hasta los tres años,
tiene los ojos tristes y mira a la nada.
Una buena mujer se levanta del piso después de una golpiza,
se lleva a los niños, busca una casa, no dice nada,
esconde sus moretones.

Una buena mujer es comprensiva,
escucha al marido arrepentido,
vuelve con él,
trata de salvarlo.
Una buena mujer,
ata y desata la soga
que vive en su cuello,
todos los días.
Se balancea,
con la cuerda apretada,
parada en el borde
de una silla
se deja caer
flota, sigue viva.
Cuarenta y uno
Una mujer de mi edad
tiene tres grados universitarios,
dos hijos, un marido,

un perro y un gato.
Coordina una casa,
sus zapatos,
su bolso y su vestido.
Va a la manicurista,
usa crema de noche,
toma vitaminas
hace yoga y medita.
Una mujer de mi edad
es mesurada,
nunca bebé de más,
nunca habla de más,
nunca ama de más
nunca quiere de más
nunca sueña de más,
nunca vive de más,
respira quedito
para no despertar a la muerte.
Una mujer de mi edad
agenda compras, juntas
pagos, cumpleaños,
encuentros maritales.

Una mujer de cuarenta y uno
llora lágrimas metálicas,
se esconde de sí misma
construye paraísos binarios
y siente pavor de los vivos.
Siento...
No es mi cabeza gritando que debería dolerme esto o aquello, es mi pecho inflamado, ardiendo. Son todos mis yos de pie, rodeando un ataúd abandonado en el suelo. "Aquí yacen mis ganas de seguir llenando un vacío que jamás se sacia" Tenías razón, no hay nada en el mundo que pueda llenar lo que no te dieron en la infancia. El vicio de calmar la sed de náufragos con arena del desierto, va dejándome de a poco. He pasado demasiado tiempo con la vista al mar y mi playa se ha hecho pequeña. Hoy no tengo nada para ti, el mar se comió la arena, el mangle está seco, y aunque sólo quedó la sal mis manos juegan a dibujar océanos.