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CUANDO EL VIRUS LLEVA LA CORONA II

En el capítulo anterior, les recordaba el monólogo del monje loco, en El Séptimo sello, la obra maestra del cineasta Ingmar Bergman:

–¡Dios nos ha sometido a un Juicio condenatorio!, Todos seremos entregados a la Muerte Negra, todos los que están allí, mirando sin ver, oyendo sin oír, como espantapájaros… Y vosotros gordos como cerdos, ¿no sabéis que ha llegado vuestra última hora?!... La veo, la Muerte está a vuestra espalda, os mira amenazante, lleva su guadaña, la esgrime ahora sobre vuestras cabezas con su filo aguzado, ¿A cuál de vosotros cegará primero?, a ti, infeliz, que muestras la estúpida expresión de un pavo, y quisieras apartar de ti este tremendo cataclismo… ¿sabes si al atardecer, habrás dado tu último graznido?!, y tú mujer, amasijo impúdico de pecado e inmundicia, ¿no te apagarás con el ser que late en tu seno antes de que amanezca?, Y vosotros, que solo pensáis en cebar vuestra carne embotada de gula, ¡¿pensáis que seguiréis emporcando la tierra con vuestro sucio estiércol?!... ¡No, sabedlo todos, necios y locos!: Todos moriréis. Hoy, mañana, aquí mismo, ahora. Porque todos habéis sido condenados por Dios a la Peste Negra. Estáis Malditos, todos, ¡Malditos, malditos!



Esta clase de advertencias y condenaciones, se han vuelto muy comunes en esa realidad aparte de la internet, hoy en día, en que el Virus de la Corona se ha desatado por el mundo, y a todas luces se asemeja con la ruptura de uno de los sellos profetizados por san Juan en su temido Apocalipsis, la historia sacra del retorno de Jesucristo como un juez y verdugo implacable. Para muestra basta un botón: hace un rato he leído una noticia, sobre unos videos caseros vueltos “virales” en la interred. En ellos se puede ver a una bola de argentinos aterrorizados, que aseguran estar grabando el sonido de las trompetas celestiales, que anunciarían el fin de los tiempos, según la inspirada poesía milenarista, al final de la Biblia. La nota presume de ser científica, pues reproduce la explicación ofrecida por la NASA para ese fenómeno meteorológico, registrado con teléfonos celulares o cámaras de video amateurs, pero esto no detiene un alud de comentarios disparatados o pretendiendo ser lógicos, según la perspectiva científica, o religiosa, entre los lectores y escritores, vueltos expertos opinando de todo.


Xilografía de Alberto Durero

Y es que, según se explica, lo acontecido en el cielo de Argentina no fue otra cosa que una especie de terremoto celestial, conocido como “Cielomoto”. No es ni más ni menos que la colisión de grandes masas de aire caliente y helado, proveniente de los polos, lo cual se convierte, ante los ojos azorados de los curiosos y testigos, en una especie de zumbidos, silbidos, truenos, rayos y un sonido muy extraño en general, que obedece a causas naturales, pero no por eso es menos perturbador. Esto desató, alrededor de la nota, una larga serie de comentarios, entre dimes y diretes, a favor y en contra, de lo que algunos afirman es evidencia clara de la ruptura de un sello divino, con su correspondiente trompeta angelical, como se anuncia en las Escrituras cristianas, mientras que los otros tratan de mantener la cordura y defienden lo dicho por la NASA, en el sentido de que solo es un fenómeno natural, con una explicación científica.



Se dicen allí toda clase de afirmaciones místicas y negaciones pragmáticas, entre algunas recomendaciones obvias nada despreciables en cualquier circunstancia, como arrepentirnos de nuestros pecados, así como también advertencias sobre la Ira de Dios, que se refleja en la pandemia del Corona virus; Mientras tanto, los escépticos y no creyentes, resuelven que durante la historia de la humanidad, siempre ha habido miles de supuestas señales para anunciar el fin del mundo, y que todas ellas fueron solo alucinaciones de los fanáticos y supersticiosos, quienes a su vez tildan a estos de herejes y soberbios, por creer más en la ciencia que en la “palabra de Dios”.

Ambos consideran ignorantes a sus adversarios, cada uno por razones y dogmas muy diferentes. Pero, entre líneas, se puede ver que en todo el mundo, la conciencia de la humanidad ha sufrido un sobresalto, un susto difícil de sacudirse, y aun cuando se busque refugio en la ciencia o la religión, no hay mucho consuelo en los viejos argumentos de una discusión que lleva siglos. Se percibe una inquietud entre buena parte de los terrícolas, se intuye que todos escuchamos pasos en la azotea de la Tierra, es el desasosiego por la pandemia global.



Las consecuencias aún son imprevisibles, mientras el conteo de contagiados y decesos aumenta de cientos a miles, al punto en que los E.U., es uno de los países más afectados por este mal, y también, paradójicamente uno de los principales sospechosos de tener algún vínculo con su aparición (el otro sería China, como desde luego sostiene el gobierno estadounidense, amenazando a los chinos con algún tipo de “represalia”, sin especificar cual). Mucho se habla también de una conspiración global para eliminar a cientos de miles, los elementos más débiles de nuestras sociedades, derivada de una especie de magna convención de súper villanos y magnates endiosados, algo así como la peor pesadilla de James Bond.



Hasta donde se puede saber en esta ola de fakenews, en E.U. se llegó a reportar recientemente hasta mil muertos en un solo día, por el COVID-19. Al principio de esta pandemia, hubo más mexicanos fallecidos sólo en Nueva York, que en todo México, por el mentado virus. En el presente que vuela, los gobiernos no se dan abasto tratando de procesar la información, contando por cientos de miles los casos sospechosos, comprobados, curados y desgraciadamente, también los cadáveres. Al momento de escribir esto, Italia y España, se pelean el liderazgo en muertos, con cerca de treinta mil fallecidos, mientras Francia e Inglaterra continuaban acercándose a esa cifra también. Alemania en cambio pudo mantenerse mejor protegida. Mientras los E.U. los superan a todos por mucho, con unos 39, 425, pero siempre ascendiendo.



Ya no va a haber Olimpiadas este año, obviamente fueron canceladas, así que estos números son los únicos con los que podemos competir ahora: donde es más alta, más fuerte o más rápida la expansión del virus.

La última vez que fui al hospital de Neurología, como que me dejaron entrar de milagro, porque estaba casi completamente deshabitado. El virus de la Corona había desplegado sus alas negras sobre ese nosocomio. De pronto estaba allí a las siete de la mañana, en una sala de espera de neurotología, que solía estar repleta de locos pidiendo ayuda y secretarios y enfermeras atendiéndolos, donde ahora no había nadie, solo me encontraba yo, en una sala blanca reluciente, con muchos asientos de plástico azules, completamente vacía. Detrás de un cristal, cruzó por un pasillo mi amable doctora, lavándose los dientes. Y supe que al fin me quitarían los tapones de la nariz, que llevaba desde una semana atrás, desde mi dichosa septoplastía. No me pudo ocurrir en un momento más riesgoso, que durante una pandemia de neumonía potencialmente mortífera, pues yo aparentaba tener todos los síntomas, y en el metrobús me miraban con odio y terror, cuando regresaba a Cuautla, abordando un camión en el Panteón militar.



En su canción “El Futuro”, Leonard Cohen advirtió que en nuestro porvenir, el caos se apoderaría de las sociedades “modernas”. Así lo dijo: “He visto el futuro, nena, prepárate, es una masacre” (“Get ready for the future: It is murder”), y también agrega: “Todo se va a deslizar en todas direcciones, no será nada que puedas medir ya; La tormenta de nieve ha cruzado el umbral sin retorno, y ha derrocado el orden del Alma”… Como se puede escuchar, Leonard también tenía sus delirios de profeta, pero la verdad es que no se necesita ser san Juan, Sherlock Holmes, o “Nostragamus”, para ver que el supuesto progreso capitalista ha orillado a la humanidad en su conjunto al borde del abismo, y esto era evidente desde hace miles de años, para quienes fueron sensibles a los lamentos de la Madre Tierra. No dudaron ni un momento que nuestro sendero nos lleva directo al infierno, a la autodestrucción.



El nuestro es un desarrollo no sustentable, dirían los biólogos, y al parecer, ya se nos acabó la gallina de los huevos de oro, debido a la explotación indiscriminada de la riqueza natural, y la explotación del hombre por el hombre. Y más específicamente, me refiero en este neo-mega-feudalismo, donde el mundo es propiedad de un puñado de privilegiados, que esgrimen sin piedad su poder contra la población en general, también adormecida por sus propias limitaciones mentales, mientras se implementan formas de control social que rayan en el fascismo institucionalizado. En mi ciudadela, Cuautla Mor., se ha advertido a la población que se le puede arrestar hasta por 36 horas, si sale a las calles por tercera vez, sin dirigirse a comprar alimentos, nada más, pues supuestamente ya prohibieron la venta de alcohol, porque nos baja las defensas, y son tiempos como de guerra.


En Colombia hay protestas contra toques de queda, en Brasil también. Pero mientras este reino se derrumba frente a nuestros ojos desorbitados, o se nos escapa como arena entre los dedos, recuerdo que una vez leí una nota del camarada Fadanelli, donde aseveraba: “No puedo evitar sentir un placer malsano, al ver como todo se va a la mierda”, o algo así, y yo concuerdo; Pero de nada nos sirve comprobar que teníamos razón en prever un desastre de estas proporciones. Además, esta es solo mi triste opinión, la de un místico anarquista (Jodorowsky dixit) que siempre deseó ver el fin de todos los males que hemos extendido sobre la Tierra. Deben terminar, amig@s, y solo un gran cataclismo podría lograrlo a fondo. Si bien, como todos, quisiera evitarnos más sufrimiento, alejar de nuestras bocas este cáliz, pero sin llegar a la ley seca, de perdida guardar una botella de vino para la última cena. Y a veces quisiera que todo volviera a la aberrante e injusta normalidad en que vivíamos, para terminar con esta zozobra, y escapar de la cuarentena, antes que incluya toque de queda, ¡y declarar la Libertad para todo el Pueblo! (y que liberen a todos los animales del zoológico, como en 12 monos, del maese Terry Gilliam, otra clásica sobre el tema de las epidemias mundiales). Pero no. “Hágase tu voluntad”, Jefe de jefes, me repito a mi mismo, como un loro enjaulado, pues tal es mi mantra de emergencia, y proclamo a todo el Reino: Que pase lo que tenga que pasar. Mientras tanto, me despido, hasta la próxima, hermanas y hermanos en cautiverio, y brindo desde aquí, antes de que prohíban hasta el brindis de un bohemio, por la vida que aún sigue libre, ¡y por el futuro de la humanidad, salud! (Continuará!…)


 

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